Todo intento de buen gobierno de las personas y las cosas exige, dejando a un lado los presupuestos ideológicos, algo tan simple y complejo a la vez como es el conocer sobre qué realidad se gobierna; exige el estar perfectamente informado de las posiciones objetivas de partida para desde ellas, tomar las medidas adecuadas a fin de dirigir la sociedad a esa meta, quizá inalcanzable, entrevista por la ideología, y existe el seguimiento continuado de todo cambio sufrido por las personas uy y las cosas, de tal manera que su resultado sirva de indicador de las posibles desviaciones del camino deseado y, por tanto, oriente sobre las acciones rectificadoras más idóneas a tomar. Es claro que cuanto más, correcto y veraz sea este conocimiento de la realidad, las medidas de gobierno serán también más correctas.Prescindiendo de la intuición política, sin que esto suponga su minusvaloración, el conocimiento de la realidad para los fines del buen gobierno pasa por su cuantificación, o, o que es equivalente, por la obtención de estadísticas. Se ha destacado como carácter ineludible de las estadísticas el que pongan de manifiesto la realidad sobre la que el político trabaja, y ello con la máxima credibilidad, para lo cual resulta imprescindible que su obtención se lleve a cabo dentro de una independencia técnica, compatible con la necesaria inserción en el cuerpo del Estado, a fin de que el destinatario sepa que tiene ante sí la realidad, y no su realidad, quizá deformada por su particular visión ideológica o, por qué no decirlo, interesada.
Al menos avisado se le alcanza que la independencia técnica total es tan utópica como el conocimiento total objetivo de la realidad, pero ello no debe impedir que se arbitren los medios para acercarse a esa independencia. El Gobierno tiene que ser el primer interesado en procurar que tal cosa suceda; la sociedad ha de exigirle que ponga a su disposición la información correcta que precisa para la realización de sus propios fines, debiendo cuidar que las acciones del Gobiemo no lo impidan o dificulten. De aquí que los organismos encaminados de elaborar estadísticas hayan de situarse en la mayor medida al margen de los avatares políticos y sean permeables a las exigencias sociales en materia estadística, tanto más cuanto más importante sea ésta, siendo, por ello, necesario que la sociedad disponga de elementos que controlen no sólo la posible presión gubernamental sobre los productores de estadísticas, sino también el propio quehacer estadístico; es decir, si la producción estadística ha de servir al Gobierno para su toma de decisiones, y a la sociedad, para las suyas, surge insoslayablemente la necesidad de un control social, tanto de la planificación de la temática estadística como de su ejecución puntual.